La princesa de mi vida se llama Trufa, tiene un calcetinito de pelo blanco, cuatro patitas, una cola larga y un montón de lametones que repartir. La princesa de mi vida lleva 5 añitos y medio con nosotros y apareció en nuestra vida por toda la casualidad del mundo, sin esperarlo.
Trufa, nada más nacer conoció la maldad humana, lo más cruel de este mundo cuando sin motivo alguno y sin a penas haber empezado a vivir, fue encerrada junto a sus hermanitos en una bolsa de basura y abandonada en el campo. Sin más. Esos pobres perros lo único que habían hecho había sido venir al mundo y ya los estaban castigando por ello. La conocí con 20 días de vida (aproximadamente), cuando la sacaron de una cajita de cartón para entregarla en mis brazos, ahí ya supe que la quería, con su rabito juguetón y todo el amor del mundo por ofrecer. A día de hoy, me pregunto quién salvó a quién en realidad.
Trufa, es una princesita de las de manual, pues ella no se tumba en cualquier sitio ni come cualquier cosa, Trufa, es exquisita y delicada, tierna y adorable. Trufa, es la fundadora oficial de esto que llamamos familia, la primera, la que dio origen y significado a esa palabra en nuestras vidas. Con ella empezó todo.
Trufa es independiente y cariñosa a partes iguales, rara vez me acompaña en mis noches insomnes y siempre prefiere tumbarse en la cama cuando ya no hay nadie. Pasa las mañanas al sol y su vida es eso que pasa mientras va del sofá a la cama. Trufa, solo se menea cuando hay una pelota de por medio.
Además, Trufa es asustadiza, le da miedo la vida en general, incluidos los niños, y encima, para rematar, Trufa es epiléptica desde hace unos años. Eso no ha sido motivo de abandono, pues es la primogénita y sin ella, esta familia no tendría sentido alguno. Trufa es nuestra niña mimada y consentida y en nuestra cabeza no cabía abandono alguno con la llegada de Rubén. Al contrario, nuestro reto es enseñar a Rubén a respetar a Trufa y sus necesidades.
Trufa con Rubén es distante, busca su espacio cuando Rubén la molesta y no se acerca mucho. Pero Trufa también juega con Rubén, y cuando llora, aparece ella con su pelota y moviendo su rabito. A Trufa, le dan miedo los niños (incluido Rubén), pero pueden convivir juntos porque entiende que no hay peligro y que sus necesidades son respetadas. Aún así, Rubén de vez en cuando también se lleva un lametón de Trufa, ya que de esos, no se salva nadie.
La convivencia entre niños y perros cuando estos son asustadizos es posible, no es excusa de abandono. Trufa, la princesa de la casa, la que dio sentido a esta familia, la primogénita, nos ha demostrado que el amor todo lo puede, y que todo es más sencillo si te despiertan a lametones y moviendo el rabito.
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