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Jess Martín

Un THRILLER PSICOLÓGICO

Los terribles dos años de Rubén están siendo exactamente eso, TERRIBLES.


Si bien la maternidad tiene muchas cosas bonitas y muchos momentos que me gustaría que fuesen eternos, tengo que confesar que esta etapa no es exactamente uno de ellos.


Rubén es un niño intenso, con carácter e ideas claras, pero evidentemente sus "ideas claras" distan mucho de la coherencia humana adulta de nuestra especie, y los límites no son un obstáculo para él, y los derriba en forma de grito y llanto cojonero continuo. A esto hay que sumarle una etapa de destete y separación del lecho materno que está llevando bastante mal. El resultado de todo esto es una mezcla explosiva que estalla con la más mínima chispa.


Y aquí entro en juego yo, con todas las pautas de una crianza positiva y respetuosa repasadas, basadas en el cariño, la comprensión y la empatía por su actitud... ¡JÁ! Me río yo de la crianza respetuosa y positiva cuando te toca un niño como Rubén, niño que se despierta y se acuesta llorando simplemente porque no tiene ganas de vivir, llora porque quiere seguir durmiendo y no tiene sueño, llora porque tiene que ir a la guarde, llora porque lo recojo de la guarde, llora porque me pide un vaso de leche y le doy un vaso de leche, llora porque respira, llora porque el agua moja... en fin, la rutina de Rubén se resume a una acción: LLORAR.


Así que en esta espiral de llantos y gritos infantiles, yo invito a todas esas madres perfectas impregnadas de amor y positivismo a que vengan a enseñarme cómo se hace eso de no perder los nervios cuando tu hijo te quiere estampar una silla en la cabeza porque se han agotado las pilas de su juguete favorito; invito a la mismísima Montessori a mi casa, para que me explique cómo corrijo la conducta de un niño que me dice que quiere galletas y luego llora porque le doy galletas... Porque yo, malamadre confesa no sé hacerlo de otro modo.


Y como yo hay muchas, las veo a diario, madres que se avergüenzan por perder la paciencia en el súper, en la calle o en cualquier otro lugar; madres que se sienten juzgadas porque su bendición ha decidido formar una rabieta en medio de un sitio silencioso y ella no sabe cómo calmarlo, porque hay una ley no escrita que dice que si un niño llora muy alto hay que ir corriendo a hacer que se calle como sea, independientemente de lo que diga/haga su señora madre; madres que no saben cómo actuar en determinadas situaciones porque con esto de la crianza positiva nos sentimos juzgadas, acorraladas o intimidadas si perdemos los nervios y levantamos la voz una milésima más de lo políticamente correcto.


Yo, lo siento, pero los terribles dos años son terribles para todas, algunas más y otras menos; pero debemos ser libres de manejar la situación como buenamente podamos, sin nadie que nos mire por encima del hombro porque "no pierde la paciencia" o refuerza la conducta que cree más adecuada. Pues siento decir que eso es un mojón de pato, porque las que perdemos la paciencia, amenazamos con contar hasta tres, y damos miedo cuando miramos serias a nuestros hijos, también somos madres tan imperfectas como cualquiera, también necesitamos actuar en el mundo sin sentirnos juzgadas, también queremos a nuestros hijos sobre todas las cosas, y también necesitamos eso que llamáis sororidad.


Porque los terribles dos años son terribles para todas, una pesadilla empieza antes de que cumplan dos y no termina hasta que cumplen tres, y nadie te prepara para ello; porque en el maravilloso marketing de la maternidad, no te dicen cómo manejar una rabieta, no te enseñan a gestionar emociones, y yo, con Rubén, estoy viviendo un auténtico drama que parece no tener fin.

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