A menudo, veo anuncios de personas que "regalan" a sus mascotas porque ya son viejitos, porque tienen alguna enfermedad con la que no saben tratar, porque viene un bebé a la familia, etc.
Ya sabéis por otras publicaciones que en mi cabeza esa idea no tiene lugar y que no hay razón de pesoque justifique el abandono a un miembro de la familia. Hoy, el miembro de la familia del que os quiero hablar es TRUFA.
Más o menos ya conocéis a Trufa, ese podenquito mestizo adorable y color azabache que nos trae locos a toda la casa, esa peludita que tiene miedo a la vida pero que la afronta todos los días, pues bien, a este ser divino de la naturaleza, hace un año y medio que le diagnosticaron epilepsia. Ya con todos los traumas y problemas que le hemos ido descubriendo en el tiempo que lleva con nosotros, teníamos claro que queríamos cuidar de ella, así que este nuevo escalón no iba a impedirnos que siguiera con nosotros. Así que, sabiendo esto, hoy os quiero contar que Trufa es epiléptica.
El primer ataque le dio hace año y medio, sin duda fue el más fuerte de todos los que le he visto, incluso llegó a golpearse la cabeza con algún que otro mueble. Después de muchas pruebas, nos dijeron que era genético ya que no encontraron nada en su cuerpo que motivase esos ataques; teniendo en cuenta los resultados y a sabiendas de que al ser adoptada no sabemos su origen, nos dijeron que la genética tenía estos pequeños detalles.
La epilepsia es un trastorno que se debe a un funcionamiento anormal del cerebro, enfermedad que se mantiene de por vida. Al igual que en las personas, se manifiesta en forma de convulsiones repetidas, salivación excesiva, hiperventilación, dilatación de pupilas, etc. Estos ataques pueden estar generados por alguna enfermedad que desconocemos, o por la falta de oxigenación y nutrientes que llegan al cerebro (problemas de hígado), alguna tumoración, o por motivos geneticos. Como no vengo a dar una conferencia sobre ésta enfermedad, aquí os dejo más información por si os puede interesar. Como colofón, os diré que esta enfermedad es crónica.
El resumen es claro: una enfermedad crónica no iba a conseguir que abandonase a la fundadora de nuestra familia, la primera de su nombre, la hija mayor de la madre de dragones y la que nos da alegría a lametones infinitamente cada día. Dicho esto, os aseguraré que vivir con un perro que además de fobias múltiples tiene epilepsia, es posible.
Pero... ¿cómo es la vida con un perro epiléptico?
En mi caso, aterradora. Confieso que desde que recibí el diagnóstico, cada vez que se queda sola en casa el miedo es real, miedo a que le de un ataque que le cause algún daño grave, miedo a encontrarmela un día inconsciente y que sea demasiado tarde, en definitiva, miedo. A los ataques te acostumbras y más o menos los controlas, pero, esos ataques no avisan, ¿y si no los ves?
Siempre quiero pensar que va a ser el último, que ya después de ese no habrá más. Esto me pasa porque sus ataques suelen ser muy poco frecuentes, a penas dos o tres por año, y sus ataques son "ligeros", las únicas secuelas son unos días de aturdimiento para ella y una tensión enorme para nosotros. Pero el miedo no se va, sigue ahí, en cada movimiento extraño, en cada sueño, en cada momento en el que decides salir de casa sin ella... El miedo, ese compañero inseparable, se hace notar a cada rato.
Trufa, evidentemente, tiene su tratamiento. Un tratamiento de rescate que solo administramos cuando el ataque epileptico se encuentra en primera fase y empezamos a creer que se puede tratar de eso. Trufa, es epiléptica, y es de la familia, nuestra niña consentida.
Os cuento esto porque hoy Trufa ha tenido un ataque, como siempre, espero que sea el útlimo, pero sé que no va a ser así, os cuento esto, porque cuando un miembro de la familia tiene un problema, hay que cuidarlo y apoyarlo, hay que quererlo, abandonarlo no debería ser una opción. Os cuento esto porque Trufa es epiléptica, y por ello, la queremos incluso más; y para finalizar os cuento esto, porque vivir con un perro que tiene una enfermedad crónica, si se quiere, es posible.
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