En las noches de verano el insomnio viene a visitarme más de lo normal, incluso me atrevería a decir que me acosa. Esas noches en las que el calor es tan insoportable que hasta desearías arrancarte la piel si fuese posible, esas noches en las que estás tan casada que a duras penas puedes conciliar el sueño porque ni para eso te quedan fuerzas, esas noches, me dejo seducir por el insomnio, que siempre está ahí, al acecho…
Yo, animal nocturno por naturaleza, las noches de verano son mi peor pesadilla. Pero de vez en cuando, cuando estoy tan entregada al insmonio que veo pasar las horas del reloj como si de un mantra se tratase, cuando estoy ya tan exasperada por el poco descanso que concedo a mi cuerpo y lo poco que queda para el día siguiente, esas noches, pasa; pasa que la madre Tierra me da una tregua, y envía truenos y relámpagos, y algún chaparrón inesperado, de esos que casi te obliga a taparte con la sábana porque tienes, de repente, frío real y que no te esperas. Esas noches ya os digo yo que merece la pena haber sucumbido a los encantos del insomnio.
Como animal nocturno, en las noches insoportables y terribles del verano, duermo con la almohada en los pies, porque me gusta mirar al cielo, como si esperase la iluminación divina de una religión en la que no creo, como esperando la respuesta a todas las preguntas que, a mil por hora, pasan por mi cabeza cual carrera interminable de MotoGP, pero nunca gana nadie, nunca encuentro esas respuestas, a veces, incluso el insomnio me abandona por tan aburrida compañía como puedo llegar a ser en ese momento. Pero esas noches insoportables, son las que me hacen conocerme mejor a mi misma, mientras miro al cielo con la almohada en los pies. Esas noches, analizo mi interior, recordando quien era, donde quería llegar, a dónde he llegado…
Últimamente esas noches me hacen darme cuenta que estoy tan cansada de mi vida que ya no me molesto ni en fingirlo, esas noches donde el insomnio viene y va de forma intermitente, como si de un amante asustadizo se tratase, esas, ahora se han convertido en mi refugio. Resulta que esas noches me han enseñado que mi vida son momentos que no estoy disfrutando en ninguna de mis formas, que vivo tan en tensión con el mundo que me rodea que no me estoy parando a saborear la vida, es como si mis días consistiesen en un interminable mastica y traga de una comida que nunca me gustó (los caracoles). Y con el mastica y traga me he plantado en 30 castañas que no he disfrutado, haciendo una vida que en realidad solo me hace feliz a medias, rodeada de gente con la que no puedo ser yo misma porque se asustan, y con otras tantas que fingen amabilidad hacia mi persona cuando yo sé que la realidad es que no me soportan, pero no queda otra que aguantarnos y reírnos las gracias mientras por dentro pensamos “jaja valiente gilipollas”.
Y el problema es que estoy empezando a aceptar que esas noches en las que mis demonios salen a pasear con las letras, mientras yo soy infiel a Morfeo y coqueteo con sueños imposibles, esas noches, me dan la vida. Esas noches puedo ser yo por un segundo, sin máscaras, sin miedos, sin sonrisas falsas y sin tener que morderme la lengua. Esas noches me doy cuenta que va a llegar el día en que voy a explotar, dejando todo muy sucio, en realidad, casi destrozado; porque estoy harta de que nadie tenga en cuenta mis necesidades, estoy harta de vivir para otros, estoy harta de una vida a medias… Porque mientras que por las noches puedo ser yo y liberar a mis demonios, durante el día, soy una especie de Juana La Loca a la que nadie acepta, a la que nadie escucha…
Estas noches terribles de verano, ahora son la forma de liberarme y cargar pilas para afrontar de nuevo el día que está por venir, para volver a regalar sonrisas falsas a esas personas que no me soportan sencillamente por ser yo, sin filtros; para intentar salvar ilusiones que solo alimento yo y que solo me importan a mí, porque no quiero aceptar que la realidad es otra, porque a lo mejor soy demasiado cobarde para aceptar los cambios bruscos, o porque a lo mejor no me siento preparada aún para aceptarlos. Estas noches en las que mis demonios me hablan y me tientan a ser yo, estas noches, terribles noches convertidas, ahora, en buenas noches.
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