Hoy he aprendido muchas lecciones de vida de un mismo suceso, lecciones de vida que prácticamente me tienen con los ojos como platos y con la concentración revolucionada.
Sin duda, de toda esta bola de nieve inmensa que se me ha montado en la cabeza, el aprendizaje principal del día no es más que la materialización de lo que ya leí hace, precisamente unos días, en el libro de Albert Espinosa "MUNDO AMARILLO" (si no lo habéis leído, os recomiendo encarecidamente que lo hagáis). Y es que parece que este señor cuando escribió este libro lo que estaba haciendo era prepararme para la vida, o por lo menos, para algunos acontecimientos recientes.
Y es que, intentando no hacer mucho spoiler, Albert nos cuenta en su libro que a veces debemos tener perspectiva, tomarnos un tiempo antes de actuar (menciona, antes de recibir una noticia que estabamos esperando, debemos esperar un poco más para calmarnos); aquí, entran también en juego las sabias palabras de mi adorado Jack Sparrow cuando nos enseña que lo importante no es el problema, sino tu actitud frente a él. Es cierto.
Chicas, hoy he terminado llorando, porque estaba agobiada, porque necesitaba actuar rápido y porque la solución se escapaba de mis manos. Porque el tiempo corría más que yo y no podía controlar la situación, por todo eso y más, he explotado. Ahora, unas horas después, analizando la situación con calma, perspectiva y teniendo una actitud diferente a la de esta tarde; me doy cuenta de que, en realidad, no era para tanto, que no pasa nada si en ese momento no puedes controlar la situación y que lo importante ante todo es mantener la calma. La realidad, es que el problema tenía solución aunque no fuese inmediata, todo estaba bien y yo no era capaz de verlo.
La segunda lección de vida me la ha dado mi hijo. He explotado, he gritado, he llorado y le he pedido cuarenta veces de la forma más calmada posible que mi estabilidad mental me permitía en ese momento que fuese un niño grande, que se "portase como un niño mayor", la realidad es que no sabe comportarse como un niño mayor, porque no es un niño mayor; pero en aquel momento yo no era capaz de razonar. Él, me ha dado un besito y me ha dicho "no pasa nada mamá, yo estoy aquí, tenemos que tener paciencia". Cuatro años tiene...
Sin duda lo más importante de todo este batiburrillo ha sido eso, entender que mi capacidad de control de la situación es prácticamente nula y darme cuenta de que soy una madre muy afortunada, porque el mejor niño del mundo, lo tengo yo.
No soy nadie para dar consejos, pero si ante situaciones nuevas que nunca habéis experimentado y que se salen de vuestro control reaccionais así, acordaos de mí, no seais yo e invocad a la calma.
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