Es importante conocer el problema real que tenemos antes de solucionarlo y a mí personalmente, me ha costado siglos entender que mi problema iba más allá de algo relacionado con la ingesta-gasto.
Todos hemos escuchado hablar siempre de trastornos en la alimentación que rápidamente relacionamos con anorexia y bulimia, pero hay otros factores que también son determinantes a la hora de determinar si realmente tenemos otro tipo de trastorno alimenticio que a priori no somos conscientes de que existen porque, en realidad no lo vemos como tal.
En mi caso, ya sé que soy una persona ansiosa por naturaleza, todo lo existente en este mundo es susceptible de provocar ansiedad de mí, pero he tardado mucho en reconocer que mi problema con la alimentación, y en consecuencia con mi aumento desconsiderado de peso en los últimos años, deriva de esa ansiedad, pero para que entendáis esto, me tengo que abrir un poco en canal con vosotros.
Yo siempre he sido una persona físicamente delgada, también realizaba mucho deporte y debéis tener en cuenta que para mi familia el físico es muy importante. Yo, en cambio, el físico solo ha tenido la importancia justa para no perjudicar la salud. El caso es que cuando mi vida empezó a descontrolarse a nivel emocional, también empezó a hacerlo a nivel físico, y aquí es donde empieza mi drama con la báscula.
Se ve que en toda esta vorágine de vacío existencia y de empezar a comprender mi naturaleza real como persona non grata para la sociedad; derivó en un mastica y traga sin sentido y eso empezó a ocasionar un aumento considerable de peso en mí, del cual, ya os digo que yo no era consciente. De repente, toda la gente que me “quería” me empezó a comentar mi notable aumento de peso, algunos desde el cariño y con la única intención de ayudar, otros, porque tenían un problema real con mi estado físico y consideraban que ellos estarían mejor si yo estuviese más delgada. Eso me empezó a frustrar bastante, creaba más ansiedad y por tanto mi problema iba en aumento.
No os equivoquéis, absolutamente nadie tiene la culpa de que yo haya llegado a esta situación, pero es cierto que la sociedad tiene un problema con las personas a las que coloquialmente denominamos “gordas”. Todos tenemos espejos en nuestras casas y vemos a diario nuestras taras, incluso varias veces al día. En mi caso no era necesario que nadie me dijese “estarías mejor con unos kilos menos”; “es que antes como estabas tan delgada”; “eso con unos días a dieta se arregla”.
En resumen me ha costado mucho llegar hasta donde estoy hoy, sí, sigo siendo gorda, incluso me tachan de obesa a nivel profesional, (no sabéis lo crueles que pueden llegar a ser los médicos a veces), pero os sigo recalcando que mi mayor problema no es ese. Tenía claro que mientras la ansiedad controlase mi vida los resultados nunca iban a ser favorables, así que, en vez de controlar mi alimentación (que nunca la he considerado mala) y mi peso, he decido ir más allá, empezar a trabajar en mí, y ese es el cambio que estáis viendo.
¿Y por qué achaco la ansiedad a un trastorno alimenticio? Pues porque en mi caso, la ansiedad me afecta o dejando de comer, o comiendo a mansalva todo lo habido y por haber a mi alrededor, en ambos casos, es un trastorno alimenticio. Los atracones porque sí, hasta reventar, no creo que sean muy beneficiosos para la salud; por el contrario el dejar de comer de forma involuntaria, porque por problemas externos se te corta el apetito, para que cuando este vuelva a ti comas el triple, tampoco creo que sea bueno para nuestro cuerpo. Por lo que creo que muchas de las personas que veis como “gordas”, únicamente están exteriorizando de forma involuntaria algo que llevan dentro, y a lo mejor en vez de gente que les proponga dieta y ejercicio necesitan algo más, un abrazo, por ejemplo.
¿Y las dietas? En mis casi 8 años como persona gorda he podido comprobar que cuando el problema va “más allá” las dietas milagro no existen, es más, ninguna dieta hace milagros. Creo que es más importante instaurar un estilo de vida saludable (saludable quiere decir sano) sin pensar en conseguir un objetivo para volver a “lo de antes”. Esto, quiere decir en mi caso, intentar controlar la necesidad de pegarme un atracón por otra vía. Además, he dejado de obsesionarme con la báscula; a veces vivir demasiado pendiente a perder peso solo hace que nuestro intento fracase ya que puede que no sea así, y eso puede desestabilizarte emocionalmente y desmotivar tu causa. Creo que a la hora de mantener un estilo de vida saludable, la báscula debe ser el último de nuestros utensilios indispensables. Por supuesto que hay que controlar el peso, pero no obsesionarse con él.
Y para terminar, todo este rollo os lo cuento porque el cambio asombroso de un mes del que habláis se debe a eso, a trabajar en mí a nivel emocional. Unas buenas rutinas, el dedicarme tiempo y una alimentación saludable, están siendo mi fórmula secreta para llevar a cabo el cambio físico que estáis viendo. Por supuesto queda mucho trabajo por hacer, por supuesto, he tenido que mentalizarme muy mucho de establecer estos hábitos como estilo de vida, y si os interesa, os puedo ir contando más a medida que vaya viendo resultados.
Lo importante de este post no es mi fórmula mágica para el cambio que habéis visto en este mes, lo importante, es que debemos hacer examen de conciencia, autoanalizarnos y encontrar el problema real que hace que no nos veamos a nivel físico como nos gustaría. Aún así, os diré que los cuerpos perfectos solo existen después del photoshop; TODOS, absolutamente TODOS tenemos taras, sí, las modelos de woman secret también; por lo que es importante aceptar que nos tenemos que gustar a nosotros mismos; que los cambios que realicemos sobre nosotros, sean por y para nosotros; y lo más importante, nuestro peso corporal no determina nuestra calidad como personas.
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