Reo no llegó a nuestras vidas por casualidad.
Lo que fue casualidad es que fuese perro de raza, perro de caza, y todo lo demás. Pero la idea de adoptar un perro (otro) era algo que llevaba sopesando mucho tiempo. Una decisión fácil y difícil al mismo tiempo por lo que significaba. Significaba que Trufa iba a dejar de tener compañía perruna en breve, y debido al pasado que tenía y a lo pequeña que era aún, la idea de dejarla sola me hacía sentir realmente triste. Y así, apareció Reo.
Reo llegó a nuestras vidas con 2 meses aproximados, todo el miedo del mundo y sin ganas de tener familia. Lo que se sabe de él es que vivía en un campo separado de su mamá, la cual tenía que volver al campo a cazar y tenían que separarla de sus cachorros. Reo no conoció el cariño humano en ese tiempo a pesar de que lo alimentaban y cuidaban, pero como si fuera un objeto más de aquel lugar.
El camino a casa, lo recuerdo como un lluvioso (tormentón) 15 de Junio donde la banda sonora eran lloriqueos de cachorro indefenso y asustado. Cuando llegó al piso donde vivíamos la cosa tampoco fue a mejor, no le gustó mucho la idea ni la visión de la nueva familia de la que iba a formar parte; pero en la oscuridad de la que fue su primera noche en casa, vino a buscar mi calor, supongo que entendía que lo más parecido a una madre que iba a tener era yo y decidiría que lo mejor era hacerse a la idea cuanto antes.
Con el tiempo, ese miedo se transformó en cariño, un cariño del que solo yo disfrutaba, pues era bastante arisco con el resto del mundo, yo era la privilegiada que podía disfrutar de sus lametones. Y así, nace esta historia de amor. Nunca hubiese imaginado que un perro enorme, un perro considerado y etiquetado "de caza" podría llegar a transmitir tanto sin hablar.
Reo es ese príncipe azul que todas hemos soñado pero en versión perruna. No conozco minuto de mi vida que no me haya demostrado lo mucho que me quiere. En mi caso, Reo es mi príncipe gris, mi amor infinito. Es mi inseparable, la otra punta de mi hilo rojo del destino la tenía él. Reo me enseña a diario lo bonita que es la vida cuando te quieren bien, incondicionalmente. Reo es pegajoso, un amor, inquieto y alocado, de carácter fuerte, pero sin duda, el más noble de los seres vivos que conozco. Sus ojos (de los cuales estoy enamoradísima desde el segundo 1) me transmiten todo lo que necesito para estar bien.
Dicen, que el primer amor no siempre llega el primero, ¡cuánta verdad en esa frase! Es mi caballero andante. Por supuesto, todos los seres vivos que han pasado por mi vida tienen un huequito único y exclusivo en mi mente y en mi corazón, y el puesto principal no lo ocupa él, pero ya os digo que el vínculo que tenemos es irrompible. El amor existe, y ojalá todo el mundo tuviese a alguien que le quisiera de la forma en que Reo me quiere a mí, aunque a veces resulte posesivo.
No penséis que ahora es un cero a la izquierda con la llegada de Rubén, que Reo sigue siendo mi niño mimado, solo que mi cariño en vez de dividir, se ha multiplicado. Sin duda, una de las mejores decisiones que he podido tomar nunca ha sido adoptarlo y adaptarlo, tenerle paciencia y educarlo, sin duda, una de las mejores decisiones fue tenerlo en mi vida, él, que no eligió esta familia, a él, que le impusimos formar parte de ella, él, nos regala cada día todo el amor y las travesuras existentes en la tierra. Ojalá fueses eterno, mi ojazos.
Comments