Durante los primeros seis meses de vida de Rubén, yo quise amamantarlo de forma exclusiva y a demanda, sin horarios y sin introducir ningún otro tipo de alimentación (cosa que hasta ahora se hacía erróneamente).
Desgraciadamente vivo rodeada de dos grupos de personas: 1: personas que NO respetan las decisiones de los demás; 2: personas que viven de las creencias de la abuela porque más sabe el diablo por viejo que por diablo, ríete tú de la evidencia médica y de las personas que han dedicado su vida a estudiar, que ellas saben más. En la mayoría de situaciones estos dos grupos se mezclaban a apoyaban entre sí, por lo que hicieron mi lactancia como madre primeriza MUY difícil.
Siempre os digo que la información es poder siempre que sepamos manejarla. Yo me informé muy mucho y a conciencia para que mi lactancia fuese exitosa (en la mayoría de los casos la presión social hace que tu psique te juegue malas pasadas y al final te creas un ser humano inservible) y para estar convencida de lo que estaba haciendo, que nadie me hiciera dudar. Ya sabéis que comenzó fatal, pero hoy, os voy a hablar de mi vida como proveedora de alimento a demanda:
Sabemos todas lo que significa a demanda: cuando el bebé quiera. En mi caso personal, os contaré que yo no sé a ciencia cierta si Rubén lo que demandaba era teta o no en algunas ocasiones, pero yo se la enchufaba. Es el mejor analgésico que he conocido para calmar a un bebé al que no sabes qué le pasa, sobre todo cuando había que vacunarlo, sin duda, en mi experiencia lo mejor de la teta es el efecto calmante para cuando "no sabes por qué llora".
En mi historia, el primer mes fue horrible, la lactancia consiguió salir adelante, pero el descanso brillaba por su ausencia, una vez instalados, yo seguía con mi recuperación post-cesárea y eso me impedía hacer vida normal, cosa que para mí era el peor de mis castigos ya que mi alma libre hace que solo sepa trabajar en equipo cuando es estrictamente necesario. El caso es que llevaba bastante mal eso de tener que necesitar a Javi para todo, el pobre no se quejaba, pero en mi fuero interno me sentía mal de tener que pedirle todo en esta vida, sentía que lo estaba molestando. Además, Rubén me necesitaba sobre todo por la noche y el no dormir lo llevaba fatal. Él, me demandaba cada dos horas durante la noche, y cuando acumulas cansancio llega un momento en el que petas, me recuerdo llorando por estar cansada, simplemente, por estar cansada y no poder dormir.
Al tiempo, en mi afán de investigación, descubrí un vídeo que aunque no procede en este tema os voy a dejar el link, ya que ese fue el vídeo que cambió mi vida. A raíz de ahí entendí que la lactancia materna no era un sacrificio y que mis noches sin dormir tenían solución, colecho, pero un colecho real, el que no le gusta a las abuelas.
El colecho real consiste simplemente en meter al niño en la cama, a raíz de ahí, pude dormir. De verdad, no os sintáis culpables por hacerlo, no penséis que lo vais a matar, creedme si os digo que el instinto materno es fascinante, os vais a sorprender si confiais en vosotras mismas. Yo, que era de la mentalidad de que el niño bajo ningún concepto dormiría en la misma habitación más tiempo del estrictamente necesario, metí a mi niño en la cama durante casi 8 meses. Rubén dormía entre papá y mamá, y yo, además de dormir, descansaba y me levantaba lista para afrontar el día de una mamá primeriza que tiene que pelear contra el mundo por unos ideales un tanto extraños para la sociedad. No os voy a mentir, me daba mucho miedo que Rubén durmiese entre papá y mamá, así que me apañé un cojín grande (si tenéis almohada de lactancia mejor), y encima del cojín dormía Rubén (sin tapar). Yo, me quitaba la camiseta con las domingas libres, y cuando él tenía la necesidad, sin ningún tipo de ayuda era capaz de buscar el pezón y succionar. Claro que te despiertas, claro que lo notas, pero el simple hecho de tenerlo contigo y no tener más que abrir los ojos y volver a cerrarlos, hace que ganes mucho en calidad del sueño.
Y sí, Rubén nació en febrero, y sí, no lo tapaba al dormir. ¿Y no tendría frío? Os diré que la regulación de la temperatura del cuerpo del bebé cuando está cerca de su madre es asombrosa, y eso lo pude comprobar en mi propia piel. Cuando tu bebé está contigo, tú le proporcionas todo el calor necesario, mientras esté cerca de ti (en brazos) nunca tendrá frío o calor. Además, el bebé pasa nueve meses dentro de nosotras, por lo tanto, tenemos que tener en cuenta que la temperatura externa se le parecerá mucho a la que tengamos nosotras, si tú tienes frío, tu bebé también, y al contrario; eso me lo enseñó mi matrón, al que mando un saludo enorme aunque dudo que esté leyendo esto.
En mi caso, una vez fuera del hospital y confiando plenamente en mis capacidades biológicas, os diré que la lactancia materna exclusiva y a demanda fue todo un éxito. Nunca tuve grietas, heridas, mastitis ni ningún tipo de molestia. Al principio la falta de sueño me jugó alguna mala pasada pero luego se solucionó y sin duda, os aseguro que si hubiese un futuro bebé, volvería a repetirla (sabiendo lo que ahora sé, claro).
Además, aunque al principio fue un poco caótico ya que Rubén demandaba el pecho constantemente, con el tiempo él solo reguló sus horarios de comidas (que solían ser cada dos horas) aprendiendo a diferenciar entre el día y la noche.
Es cierto que con el pecho nunca sabes cuánto ha comido, yo no lo sabía, pero confiaba en él, y me resultaba fascinante cómo estamos biológicamente adaptados a nuestros cuerpos, los instintos primarios son fabulosos si los escuchamos. Además, nunca necesité ningún tipo de discos de lactancia, ni sacaleches, ni nada, Rubén era todo lo necesario para que todo fuese sobre ruedas.
Como ya os digo, esto pasó en los primeros seis meses, cuando la lactancia era exclusiva y a demanda, sin horarios y sin introducir ningún otro tipo de alimento, ni siquiera agua.
Para terminar, os dejo unos vídeos con información real:
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