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Jess Martín

Instalando versión 3.0


Esa era yo, hace aproximadamente 11 años.


En aquel momento era una niña que dejaba de ser niña, que empezaba su aventura universitaria y que tenía una vida que estaba deseando empezar a vivir. Hace 11 años, tenía un montón de metas que alcanzar, un sin fin de sueños por cumplir y unas ganas infinitas de hacerlo. Hace 11 años también tenía una imaginación desbordante:


Cuando tuviese 30 años viviría en una casa en el campo, alejada de todo y de todos, tendría un montón de animales y dos o tres críos gritones y revoltosos. Cuando tuviese 30 años, tendría el trabajo de mis sueños (que sigo sin tener muy claro a día de hoy cuál es) y mi situación económica sería, cuanto menos, estable. No tendría problemas, pues con 30 años, ya tendría mi vida hecha, todos mis esfuerzos estarían recompensados y mi vida consistiría en purpurinas, arcoiris y algún que otro unicornio todo el tiempo.


ATENCIÓN SPOILER: Evidentemente, todo eso pasó en mi imaginación...


Y es que la realidad es otra y es muy diferente a lo que imaginaba. La realidad es que en unas horas me despido de la veintena y siento que en todo este tiempo lo único que he hecho ha sido dejar mi vida pasar, como si fuese eterna, como si nunca acabase y los veinte no se gastasen nunca. Es cierto que algunos de mis planes se han cumplido, pero también es cierto que esta no es la vida que yo quería vivir, mis 30 no tenían que ser así.


Recibo a mis 30 triste, decaida y sin ganas. Unos 30 que no tendrían que haber llegado de este modo, que yo imaginaba diferentes. Si la universitaria de la foto me viese en este momento, no estaría nada orgullosa de mí y es normal. Esta no soy yo... Me he decepcionado a mí misma, me he fallado, y lo peor, es que soy completamente consciente de ello.


Miro a la chica de la foto, tan entusiasmada por vivir, y me pregunto qué ha pasado con ella, dónde se ha metido y en qué momento he decidido que mis planes eran una mala idea como para dejar de luchar por ellos. Y es que, mis 30, tendrían que haber sido diferentes. Mi yo veinteañera no se merecía llegar a este punto de esta guisa...


Y así, sin más, me despido de mi versión 2.0, con mil disculpas, con mil reproches que hacerme en las noches en la que el sueño no aparece y el cansancio se acumula. Y así sin más, me abro paso a una nueva década que no sé qué me deparará, porque ya dejé de planear, porque no era necesario, porque mi mundo utópico con purpurina ya estaba construido, y ahora que he llegado a él, lo he arrasado todo, no encuentro mis purpurinas y resulta que los unicornios se han extinguido, algunos incluso dicen que son seres imaginarios que nunca existieron.


Y así, me doy cuenta que la vida es sueño y los sueños, sueños son...

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