La sociedad se rige por un "orden biológico" que nos inculcan de pequeños y que se supone que tenemos que ir cumpliendo conforme vamos ganando madurez; a saber:
Naces - Creces - Formación académica - Trabajo Estable - Pareja - Boda -Hijos - Y ya tienes tu vida hecha hasta que al final - ¡PUM! Te mueres.
Pero ¡ojo! Porque este terreno son arenas movedizas y cuando al final llegas a la edad adulta (se supone que los 18 legalmente), te das cuenta de que una cosa son tus planes, y otra cosa es lo que en la vida pasa. Rara vez te cruzas con alguien que haya cumplido su "planning vital" en el tiempo establecido para ello; la mayoría de los humanos, por muy planeadas y organizadas que tengamos nuestras metas en la vida, no solemos cumplirlas en el plazo que nos autoimponemos para ello o que se espera de nosotros. Y esto es así. Y a todos nos pasa. y oye... ¡ni tan mal!
Cuando comencé mi etapa universitaria, si algo tenía claro es que iba a dedicar mis estudios a algún trabajo que me permitiese ser mi propia jefa: yo iba a tener mi propia asesoría, mis propios clientes, iba a dirigir mi vida laboral, personal, y todas las facetas que se me antojase añadir entre esas dos. Al final, dediqué muchos años de mi vida a una carrera que aún no he acabado y ¡ATENCIÓN SPOILER! Opositar nunca ha estado entre mis opciones.
Después de navegar por el mundo laboral, de un trabajo a otro y trabajando en diferentes sectores me di cuenta que "mi trabajo ideal" consistía en un trabajo que me diese vida, no en una vida que iba a dedicar a trabajar. A lo mejor tener mi propio negocio no era tan buena idea, pues iba a sacrificar mucho tiempo en algo que yo lo único que quería era que me diese una estabilidad económica. No pretendía sobrevivir, pretendía vivir, y con ello, no vivir para trabajar, sino para disfrutar...
Ahora bien, ya os he soltado todo el rollo pero seguro que queréis ir al grano: fue a los 28 (casi 29) años cuando me picó el gusanillo del funcionariado. Ya estaba en la recta final de mi embarazo y pensaba en un futuro para Rubén. En ese futuro no me vislumbraba pasando los fines de semana entre planchas y freidoras (pues mi último trabajo consistía en dirigir una conocida marca de hamburguesas); no quería sacrificar los festivos en turnos partidos infinitos en los que salía con el sol y volvía a casa casi que con el sol siguiente. Yo no quería perderme nada de la nueva vida que estaba por comenzar en pocas semanas. ¿Trabajar? ¡Claro que quería trabajar! Claro que quería mi puesto de trabajo, pero como ya os he dicho, no quería vivir para el trabajo. Así que no me lo pensé cuando decidí lanzarme al mundo de las oposiciones, pues considero que es la vía "más estable" para conseguir mis metas.
Opositar a estas edades no es fácil, y mucho menos cuando al mismo tiempo que vas a comenzar te inicias en el fascinante y terrible mundo de la maternidad. Pero ¡qué necesario se me hace sentirme realizada! Y es que, además del monte, entre apuntes me siento cómoda. Los odio y los necesito a partes iguales.
Con todo esto os pretendo transmitir el mensaje de que no hay límites, nunca es tarde y la edad solo es un número que no debemos permitir que influya en nuestros objetivos. No creo que lo importante sea la edad a la que empiezas a opositar, lo importante es mentalizarte de que es lo que quieres.
Yo decidí opositar porque sé que me espera una vida mejor después de mi plaza, porque no renuncio al mundo laboral y porque los trabajos que me ofrecían o en los que "encajaba" no forman parte de la vida que quiero vivir. Ahora, con más motivo, decido opositar porque el mundo laboral está difícil, porque estoy cansada de leer la palabra DESCARTADA cada vez que abro Infojobs. Decido opositar porque soy madre de dragones y puedo con todo, y quiero tener buenas condiciones de trabajo, y un trabajo que me guste, y un trabajo que me permita vivir.
Opositar cuando eres madre, trabajas o tienes otras obligaciones (o todo eso junto) no es fácil, vamos a sacrificar muchas horas de sueño (ya sea madrugando o trasnochando); vamos a sacrificar muchas meriendas en familia, o muchos paseos al parque; vamos a vivir en una habitación rodeada de papeles muchas horas, ya sea en conjunto (academia o biblioteca) o en la soledad de nuestra casa (opozulo); vamos a renunciar a festivos buscando el menor resquicio para rascar horas, y a veces, vamos a sentir que no llegamos a nada, que nada nos sale bien. Pero lo importante de esta historia, es que independientemente de la edad, las obligaciones o nuestras situaciones, lo importante de este viaje es aprender a superarnos, y demostrarnos que nada nos detiene si luchamos por lo que queremos. Y por este motivo yo, soy treintañera, madre y opositora.
¿Y tú, vas a dejar que te impidan cumplir tus sueños?
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