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Jess Martín

2020: ADIOS Y GRACIAS

Hemos aprendido a sonreir por los ojos.


¿Os acordais cuando no había límites? ¿Os acordáis cómo era la vida con besos y abrazos ilimitados? Los planes, las citas, llegar a casa después de las 10...


Seguro que si recordáis esos momentos, os vais a dar cuenta de lo poco que los valorábamos, porque lo teníamos todo, cariño infinito; porque nos creíamos eternos, superiores, indestructibles... Ahora, se valora más un abrazo, se escoge con cuidado a las personas que quieres que estén contigo siempre, los besos que se dan se disfrutan más. Ya no hay fotos en redes sociales, ya no fingimos la felicidad, porque ahora, vivimos la felicidad...


2020 no ha sido un año indiferente para nadie, 2020 se ha hecho notar. 2020 es el año que todo el mundo quiere olvidar, y mientras tanto, en mi rinconcito del mundo, 2020 es el año que voy a recordar con más esmero. Ojalá no se me olvidase nunca nada de todo lo que he vivido este año (¡debería haber escrito un diario!). Y es que, 2020 ha sido un año de crecimiento personal (será la crisis de los 30).


No quiero dar más protagonismo del necesario a nuestro señor Coronavirus, pero todo comenzó con él; pues gracias al confinamiento he aprendido que vivo saturada de personas que, en realidad, no necesito ni quiero conmigo; me he dado cuenta que las personas tóxicas son reales y mi confinamiento, ha sido un proceso de desintoxicación severa; en definitiva, 2020 me ha servido para entender que no encajo, que este no es mi sitio.


Ahora, 2020 se va y me deja la lección aprendida de que los lazos de sangre a veces se convierten en cadenas, en sogas que ahorcan y que es mejor cortar; 2020, me ha enseñado que la naturalidad no gusta, que vivimos en un mundo de apariencias, un mundo falso y que la gente sincera no tiene cabida en él; 2020 me ha enseñado que bajo ningún concepto debo traicionarme a mí misma.


Hoy, reflexionaba con mis amigas y hacíamos balance de lo que ha sido este año y cómo lo hemos vivido cada una; y os diré que mientras todo el mundo estará haciendo su lista de propósitos para el próximo año, yo no me voy a proponer nada. No quiero ser mejor persona, ni quiero empezar a hacer deporte el día 1; tampoco quiero sonreir más ni llorar un poco menos, por supuesto, no pienso dejar de comer las cosas que me gustan ni pretendo tener la casa más ordenada; me quedo tal cual, porque me he dado cuenta que durante todo este año, sin proponérmelo, he aprendido a ser la mejor versión de mí.


Gracias 2020, por recordarme quién era yo, por obligarme a reivindicar mi vida, mi derecho a ser madre, a ser sincera, a ser mujer y persona; por hacerme entender la vida; por mostrarme quién sí, quién no y quién nunca; por ayudarme a delimitar lo que quiero y lo que no; gracias 2020 por destintoxicarme, por desinfectarme de la humanidad que me rodea (aunque ahora poco a poco vuelva a infectarme de nuevo); gracias 2020 por hacerme entender soltar lastre es bueno, que hay que dejar ir. Gracias 2020, por todas las lágrimas que durante este año he derramado, por todas las sonrisas que me has dado también.


Del 2021 solo espero poner en práctica lo aprendido, seguir alejando de mi vida lo que no me hace feliz, al 2021 solo le pido una plaza, o a unas muy malas, un trabajo; al 2021 solo le pido, encontrar mi sitio.


Porque no sé dónde voy a ir, pero si sé que aquí no quiero estar; porque no soy pieza para este puzzle; porque no quiero formar parte del entresijo de personas que me rodean...


Y para terminar, adiós 2020 y gracias.

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